Él estaba detrás del espejo soñaba mirándose al espejo y las ciudades crecían dentro de aquella dimensión, chocaba a diario desesperadamente con esa realidad. Hablando con su reflejo pensaba en problemas que súbitamente poblaban su inconsciente.
Su mirada era el brillo siniestro de los ahogados, sus palabras callaban guardadas en su corazón. No tenía familia, ni tenía amigos, ni tenía novia, sólo esa imperecedera voz que envolvía su mundo.
Él quería ser feliz, aquella palabra le parecía tan incierta, tan irreal, tan lejana, tan increíble, tan inexplicable, tan absoluta, las penas desfilaban en sus entrañas pareciendo una gran equivocación.
Una mañana fría, nublada, bajó por el ascensor -mirándose otra vez al espejo- la puerta se abrió, al salir del edificio no había absolutamente nadie, se creyó feliz.
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