
En la ribera florecida
el mar se cubría de estrellas.
Pescaditos dorados
saltaban y reían,
los pájaros de la memoria
volaban bajo un cielo infinito,
todo era brillo, todo era amor.
Los niños trepaban por el arco iris,
los besos flotando en el aire,
las niñas cantando en las escuelas,
las risas turbias de los gusanos.
Los deseos en lágrimas,
las tristezas en las calles,
el entierro nocturno
de las luciérnagas,
las guitarras sonámbulas
de las sirenas.
Tu boca y mis alas,
mis alas y el espejo,
que iluminan constante
tu cuerpo desnudo.
La razón pueril
que habita en tus ojos,
abracé la montaña de fuego
quemando este imaginario
desvelo.
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