Nunca el volúmen del cielo
ni el grito de las olas
me dijeron tanto.
Nunca el horizonte
ni el desvelo
caminaron de la mano.
Nunca volviste,
nunca supiste
ni de mí, ni de mi llanto.
Nunca estuviste,
nunca quisiste
saludarme con la mano.
Mientras miras la noche,
suave caen los astros
mientras miras mi rostro,
sientes la luna volando.
Es tu ocaso que lastima mis horas,
es tu voz cayéndose de la cama,
es el miedo derrotado,
es el fuego de tus manos.
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