Te encuentras allí, acostada sobre la arena. No piensas en nada, más que en esos ojos negros que te miran fijamente. No sabes que hacer, ellos te miran, intentas moverte, pero un dolor nauseabundo invade tus tripas. Te quejas pero no sirve de nada, intentas romper el silencio, pero el silencio te rompe a ti. Partido por la mitad sólo eres un suspiro olvidado, dos segundos desmayados...